La bala salía infectada en pus de la herida abierta,
Las manos llenas de sangre.
Las vísceras doloridas y púrpura, presionando hacia las costillas.
El hueso.
La cerámica.
La mano que presiona mientras los días rojos se diluyen en pequeños vasos de agua.
En espirales del humo que me ahoga y al que me agarro.
Mientras el vacío espera con sus garras de muerto.
Y me araña,
y me degolla.
Y en el fondo, la pupila.
La orilla.
La roca.
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